El día 125 de la
cuarentena, lo pasaron como cuando se enamoraron. Ella le preparó el almuerzo y
se acurrucaron en la terraza. Una de las vecinas vio la escena, al principio
con ternura. Luego, con horror. Ella fue a destapar otro vino, dejó su celular
en la terraza y este empezó a vibrar. Ella se asustó, pensó que Cesar se
enojaría —seguro es mi hermana— le dijo. Cesar seguía mirando la calle.
—Cambió, no volverá a golpearme— pensó. Sonó el timbre.
—¿Quién es?
—policía.
Los policías entraron al departamento, uno de ellos vomito al entrar a la terraza. El olor fétido del departamento alcanzaba a todo el edificio. Mientras
metían el cuerpo de Cesar en una bolsa negra. Ella seguía gritando que él no
hizo nada, que él la amaba, que desde hace unas semanas no la golpeaba, que el
cambió, como se lo prometió.
Por Dessiré Tito.
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