lunes, 30 de marzo de 2020

Dependencia

Él dijo una vez más  “Necesito tiempo solo”. Yo me quedé observándolo ¿cuántas veces lo dijo? Esta vez no lloré. Al menos, no tan de prisa. Recordé todas las veces que sentí que con una cuantas palabras me dejó en miles de pedazos. Él siguió hablando, pero cada palabra entraría en mi mente de una forma desordenada. La primera lágrima se asoma,  mientras la cascada de excusas continúa. En ese instante ya no tengo 26, tengo 5, 10 y 15 años; todos al mismo tiempo. Las preguntas que me hice en esos años regresa ¿Tan poco soy? ¿Por qué no me quiere? ¿Por qué no se queda? Estallo. 

Él ya no logra esquivar las palabras en forma de bala que disparo directo a mi precaria tranquilidad, su cuarto empieza a tener toques de mi ira "por qué no sientes nada, di algo, estás muerto" piensas, lo dices, te arrepientes. Tratas de defenderte. No sirve. Él es impenetrable, él es sereno y un poeta, con sus palabras hirientemente dulces: dice que no soy yo, que es su problema.  Dice  que teme hacerme daño. Dice que me quiere, pero no una vida conmigo. Recuerdas la razón por la que no quieres dormir a las 11 de la noche; es el único momento del día en el que coinciden y pretendes alargarlo. Haces estúpidos comentarios en esas noches “ojala no pase el tiempo” “no quiero que sea mañana”, pero él quiere dormir y, seguramente está bien; pero eso te desespera.

Respiras, tratas de pensar en todas las cosas que hizo por ti. Tratas de no sentir que todos vienen y van en tu vida, tratas de pensar que no es tu culpa. Te calmas. Le dices que si quiere un tiempo se lo das —una vez más—. Te alejas, pero por dentro gritas con todas tus fuerzas diciendo que, por favor, no se aleje. Reaccionas. Le dices que luchen, que tú estás dispuesta a esforzarte, que no bote esos años juntos. Le explicas que su situación no es la mejor, que seguro todo mejorará. Él con sus labios destroza tu voz, tu mente y estabilidad “Me aterra la idea de todas la noches dormir con alguien —contigo—”. Es inútil, te mató. 

Sales de su cuarto. Él no te sigue, pero te lleva de la mano a tus peores recuerdos, como cuando no lograste evitar ese puño en el rostro de tu madre. Te escondiste bajo la mesa cuando tu padre entró al cuarto a reclamarle a tu mamá. Te asustaste, sujetaste fuertemente esa muñeca que te regalo ella. Verás a tu padre empujando a tu madre, mientras ella intenta defenderse. Te dices que a la cuenta de tres saldrás y defenderás a tu mamá. — 1.   2.  3.— no saliste. —1.  2.  3.— puñete. —1. 2. 3.— patadas —1.2.3— gritos. —1.2.3—te tapas los oídos. —1.2.3— lloras. —1.2.3— ¡no saliste, no saliste, no la defendiste! Tu tío entra. Una de tus tías te ve escondida, te saca de ahí. Tu madre defiende a tu papá, le ruega que no se vaya, mientra tu tío lo tiene sujetado. — 1.2.3— tú eres tu madre.

Llegas a tu departamento, temblorosa sacas la llave que te abrirá la puerta al mismo infierno, buscas en la nevera ese pisco que esta desde haces meses, y empiezas a matarte de a pocos ¿Cuántas veces pasaste por esto? ¿Cuántos él hay?

Por Dessiré Tito 

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 E ntre pesadillas, alguien me perseguía, nuevamente yo huía sin saber bien quién era aún, temía que me hiciera lo peor, eso que ni a una mu...