La última sonrisa que vi de ella fue antes de la cuarentena. La última vez que nosotros estuvimos con ella, tenía puesto una bolsa negra. La tierra se la tragó y no pudimos despedirnos. Nos quedamos solos, y la casa se sentía inmensa sin ella. En la mañana, mi hermano con los ojos hinchados me dijo desesperado:
– Sonríe. Ya no puedo más.
Intenté abrazarlo, no se dejó.
– Solo sonríe.
–No puedo– contesté llorosa.
Me llevó al frente de un espejo y puso la foto de mamá a lado: "Por favor, déjame ver su sonrisa".
Por Dessiré Tito.