Mi
tío coleccionaba muñequitos de todo
tipo; tenía los de Los Picapiedra, algunos de dinosaurio, y sus preferidos, los
de Don Gato. Cuando jugábamos los poníamos en fila y los hacíamos hablar;
inventábamos historias. A veces, yo era una gigante que los ayudaba a recaudar
agua y alimentos o una gigante malvada que los quería aniquilar.
Mis
tardes eran así; buscaba a mi tío para jugar
con esos muñequitos o que me contara historias de terror. En una de esas tardes, entré a su cuarto y él
no estaba. Encontré varios dibujos tirados en el piso, uno sobre otro, de forma
desordenada. Me puse a observarlos: eran
trazos fuertes y desesperados; en su mayoría eran mujeres desnudas en poses
sugerentes. Pero sus rostros no eran normales; eran monstruosos, todas estaban desfiguradas; a algunas se les salían clavos
por la piel, gusanos o algún otro ser dentro de ellas.
En
el momento en que mi tío entró al cuarto yo había dejado sus más oscuros
dibujos expuestos. Él me miró asustado, se acercó y los guardó. Toda esa tarde
me explico que el escucha voces, siempre son mujeres. Me explicó que esas mujeres lo trataban mal y
en sus momentos más terribles él las podía ver y se veían como en esos dibujos.
Me dijo que la única forma de callarlas era a través de los dibujos, tenía que
exponerlas. Me enseñó cómo; ponía a Litsz a todo volumen y empezaba a dibujar. Callar a sus demonios, le decía.
Pasaron
más de 10 años de esa tarde. Ahora yo escucho voces, pero no son tan claras
como las voces que le hablaban a mi tío, en su mayoría son mujeres; pero son
parecidas a mí. Mi tío me enseñó a callarlas, es por eso que dibujo.
Por
Dessiré Tito
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