miércoles, 21 de agosto de 2019

La función de arte /3


Mi tío coleccionaba muñequitos de todo tipo; tenía los de Los Picapiedra, algunos de dinosaurio, y sus preferidos, los de Don Gato. Cuando jugábamos los poníamos en fila y los hacíamos hablar; inventábamos historias. A veces, yo era una gigante que los ayudaba a recaudar agua y alimentos o una gigante malvada que los quería aniquilar.

Mis  tardes eran así; buscaba a mi tío para jugar con esos muñequitos o que me contara historias de terror.  En una de esas tardes, entré a su cuarto y él no estaba. Encontré varios dibujos tirados en el piso, uno sobre otro, de forma desordenada.  Me puse a observarlos: eran trazos fuertes y desesperados; en su mayoría eran mujeres desnudas en poses sugerentes. Pero sus rostros no eran normales; eran monstruosos, todas estaban desfiguradas; a algunas se les salían clavos por la piel, gusanos o algún otro ser dentro de ellas.

En el momento en que mi tío entró al cuarto yo había dejado sus más oscuros dibujos expuestos. Él me miró asustado, se acercó y los guardó. Toda esa tarde me explico que el escucha voces, siempre son mujeres.  Me explicó que esas mujeres lo trataban mal y en sus momentos más terribles él las podía ver y se veían como en esos dibujos. Me dijo que la única forma de callarlas era a través de los dibujos, tenía que exponerlas. Me enseñó cómo; ponía a Litsz a todo volumen y empezaba a dibujar. Callar a sus demonios, le decía.

Pasaron más de 10 años de esa tarde. Ahora yo escucho voces, pero no son tan claras como las voces que le hablaban a mi tío, en su mayoría son mujeres; pero son parecidas a mí. Mi tío me enseñó a callarlas, es por eso que dibujo. 

Por Dessiré Tito

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