miércoles, 11 de diciembre de 2024

Salvatore y Buenos Aires

Ella juega a perderse, pero él la encontraba sin intentarlo. La primera vez que se vieron, él llevaba el cabello corto, renegaba por un concierto mal hecho, un viejo hecho joven y un amigo molestoso. Ella llevaba un listón blanco en su cabello, y estaba perdida en su mente y en la multitud. El amigo molestoso los presentó, pero ni uno de los dos se tomaron importancia. Otra persona más, alguien más a quien conocer, no gracias.

Pasaron años para verse por segunda vez. Él dice que la vio en sueños antes de esa segunda vez, pero no estaba seguro si era ella. No pasó escribiendo en baños “ojos de perro azul”, pero si ponía canciones en su Instagram, para ver si ella lo encontraba. -el romanticismo murió con el internet, eso dijo él-. Ella estaba distraída en amores de un día, pero le escribía cartas, contándole sobre esos amores, sobre cómo deseaba que él fuese la primera vez que la viera. Para ella el romanticismo es algo que se guarda bajo una portada de un cuaderno Justus. Y claro, ella no sabía que ya se habían conocido - las mejores historias aún no son contadas, eso dijo ella-.

Las probabilidades estuvieron a su favor hace muchos años, las mismas aulas, siempre los mismos amigos, siempre rodeados de las mismas personas, pero ellos dos no se miraban. Pero esta vez, todo estaba en contra, ella estaría en la ciudad en la que ahora vivía él , pero solo unos cinco días ¿Cuál era la probabilidad de encontrarse? Él estaba ocupado en sus días de rutina construidas en esa ciudad. Ella estaba perdiéndose y encontrándose contantemente.

Ella viajó a Buenos Aires para olvidarse quien fue los últimos tres años, e intentar recuperar lo que alguna vez ella fue hace muchos años, cuando la vida parecía más corta de lo que era en ese entonces, antes de que el papel tapiz de un departamento de Lince le contara que ella era una prisionera, que los roles de género ya estaban en el color de su piel. Él viajó ya hace unos meses, para hacer una vida allá, una vida que buscaba en cada esquina y en cada calle. Ella seguía perdida, pero disfrutaba estar perdida en una nueva ciudad y encontrar partes de ella en un museo, en una feria, en un cuadro y volverse a perder.

Ella tenía que tomar el tren a las 10:15AM horas de Argentina. Él salía de un voluntariado a las 10:00 AM horas Argentina. El voluntariado estaba justo al frente de la estación Retiro, en la villa 31. Ella entró a la estación Retiro justo a las 10AM, nunca había visto algo igual, se perdió en los cuadros, en la estructura. Cuando vio la hora ya había pasado la hora en la que el tren pasaba, tuvo que esperar otro “en media hora” le dijeron. Ella salió para ver un poco más de esa estación fundada hace años por arquitectos de otro país, y pensando que algún día vería muchas estaciones así en algún otro viaje, aún más lejos del lugar en el que nació. La versión de ella de 15 años ni siquiera pensaba llegar a ese lugar, seguro que esa versión no sabía lo que aún le esperaba. Él la reconoció de lejos, estaba cambiada, pero era ella, no la que la presentó su amigo molestoso, sino con la que soñaba de vez en cuando. Se acercó hacía ella, y ella inmediatamente lo reconoció: estaba con el cabello largo, una sonrisa que no tenía la primera vez que lo conoció, y la trató como si la conociera de años. Ella le contó sobre su viaje a Buenos Aires, sobre lo bonita que era la estación y que ese era el último día que estaría en Buenos Aires. Él le contó la historia de la estación, los porqués detrás de su forma. Y como si se tratara de dos viejos amigos se acompañaron todo ese día. Él no tenía nada más que hacer – o eso dijo él-, y para ella ese era su último día en esa ciudad – o eso dijo ella-.

Duelo incompleto

  * Desperté, aún no había sol por la ventana, y solo veía la sombra de mi ropa en la silla. Creí que estaba asustada o lloraba, pero me t...